domingo, 22 de agosto de 2010

POBREZA Y DESNUTRICION

Muchos se preguntan como en un país como Argentina, productor de alimentos por excelencia, existe pobreza extrema y desnutrición.
En principio en un país que produce alimentos para aproximadamente tres veces la cantidad de personas que viven en él, aun hoy muchos mueren de hambre.
Aunque cuando pensamos sobre el tema la respuesta sale a la luz, el gran problema argentino por excelencia es la MALA DISTRIBUCION DE LA RIQUEZA.
Si hay alimentos para todos y no todos tenemos la suerte de estar bien alimentados, hay pocos que tienen mucho y muchos que tienen poco o que no tienen nada.
Y esta es una lógica devastadora que en Argentina comenzó a profundizarse con la última dictadura y mantuvo su auge con las políticas neoliberales de la década del 90
Lamentablemente la pobreza en Argentina es estructural, existió siempre y se profundizó.
Las políticas de desregularización de la economía sólo incrementaron la diferencia social.
Los sectores industriales y de servicios públicos, principales generadores de empleo en el país, fueron los que más sufrieron con esta ola privatizadora.
La flexibilización laboral y la hiper desocupación hicieron que muchas personas queden marginadas del sistema o trabajen por salarios de hambre en jornadas inhumanas.
Empresas extranjeras y algunos sectores de la burguesía nacional se beneficiaban con la mano de obra barata y la renta extraordinaria que proponía un sector político orientado a favorecer el capitalismo trasnacional y despreocupado por las consecuencias sociales.
Argentina además de ser un productor de alimentos, materias primas, también es un exportador de estos productos.
El problema es que al exportar este tipo de materias, que no producen valor agregado, lo que ocurre en el país es que no se genera empleo y son solamente las clases productoras las que se benefician.
La respuesta a la pregunta de por qué existe desnutrición en un país que produce mucho más alimento de lo que necesitan sus habitantes, sencillamente porque muchos de sus habitantes solamente los ven pasar.
Vivimos una realidad caracterizada por una desigualdad social estructural que profundiza la pobreza y que es producto del cambio del rol del Estado y de sus políticas económicas.
Pero cuando la profundización de una problemática involucra a un sector tan vulnerable y sensible como el infantil, esa sensibilidad, que ya tiene incorporada las desalentadoras realidades de la crisis social, pareciera resentirse y flaquear: hablamos de nuestros niños, de los hijos nuevos de esta tierra, del futuro, del porvenir.
Hablamos de los chicos en estado de extrema pobreza, de aquellos que están en la indigencia y dentro de cuadros de desnutrición.
La infancia es considerada como una etapa trascendental en el proceso evolutivo del hombre, caracterizada por dos fenómenos: crecimiento y desarrollo, para lo cual es fundamental una adecuada nutrición.
Los estragos que provoca la desnutrición que se padece en la infancia son los más lamentados por una sociedad, ya que en esta etapa el mayor impacto lo sufre el cerebro del niño, en el que se producirían alteraciones metabólicas y estructurales irreversibles.
Los recién nacidos y las embarazadas exigen una nutrición especial, que no es atendida en forma conveniente.
La provisión de leche en polvo es un paliativo, en la medida en que se disponga de un acceso permanente a ella, pero su consumo suele transformarse en vector de enfermedades, porque se la diluye con agua contaminada (que abunda en los barrios desamparados de nuestra periferia) y mal hervida para reducir el uso de las garrafas de gas.
Las penurias que a diario sufren los hogares hundidos en la pobreza y/o en la indigencia, se agravan con el martirio que supone formar colas desde la medianoche frente a los establecimientos asistenciales públicos, en espera de recibir el milagroso número que permita llegar a la consulta médica.
Inútil es reflexionar, ante la grave y penosa incidencia que tendrán sobre el futuro del país generaciones que habrán crecido mal alimentadas. Las huellas del hambre en los chicos son más graves y afectan su coeficiente intelectual y su capacidad de aprendizaje y los dejará indefensos frente a las enfermedades.
En Argentina sobreviven más de seis millones de chicos la mitad de la población argentina es pobre: más de catorce millones de personas no tienen dinero suficiente para cubrir una canasta básica de alimentos. Según los datos de la organización de las Naciones Unidas que vela por los chicos, UNICEF
Los desnutridos crónicos en la Argentina ya no tienen sólo entre cero y dos años, aunque se calcula que la mitad del millón trescientos mil chicos de entre cero y dos años de la Argentina padece desnutrición. Quienes fueron desnutridos hace décadas, ya crecieron. "Se nota gente más petisa —dice la doctora Liliana Micsinsky, de la Casa Cuna de La Plata— Son generaciones más bajas que, luego, genéticamente, tienen hijos petisitos. El principal porcentaje de desnutridos que vemos es el de primer grado, el que nosotros llamamos "efe—o", faltos de olla. Y otra cosa que nos preocupa mucho es lo que llamamos el hambre oculta, los chicos que, a lo mejor, no tienen alteraciones de peso en los primeros períodos pero no se alimentan bien, con los nutrientes necesarios y básicos para un chico.
A la falta de alimentación debemos agregarle las condiciones de vida de los niños pobres que son la carencia de agua potable y de desagües cloacales que favorecen la aparición de enfermedades infecciosas como la diarrea o la parasitosis que, en edades tempranas, provocan la muerte.
Debemos de reflexionar que la desnutrición infantil no es sólo un problema de falta de alimentos, es un conflicto social más profundo, que debe ser tenido en cuenta a la hora de brindar soluciones.







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