LA SOCIEDAD ARGENTINA Y LA MARGINALIDAD
La sociedad argentina sabe que la situación económica ha hecho que miles de ciudadanos caigan en la pobreza e incluso en la marginación total.
Hoy hay 15 millones de pobres y más de 4 millones de indigentes, deja a las claras que no hay políticas que traten de mejorar la situación de los más necesitados y que ha dejado en el camino a millones de argentinos.
La consultora Ecolatina publicó hace poco tiempo un informe sobre la pobreza y el hambre en nuestro país, en el cual remarca que si se extrapola la incidencia de la indigencia a la población total del país, la pobreza extrema afecta a más de 4.200.000 individuos. Asimismo, si se pone la incidencia de la pobreza a los casi 40 millones de argentinos se puede concluir que más de 12.000.000 de personas no cuentan con ingresos suficientes para cubrir la Canasta Básica.
Hace unas semanas atrás, un estudio efectuado por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino mostró que en la población hasta 18 años de edad la pobreza asciende al 41%; en la población entre 19 y 60 años, la incidencia de la pobreza es del 22%; y entre los mayores de 60 años, la pobreza llega al 12%.
Con esto, se ve que la pobreza ataca a los más jóvenes con una crudeza mayor, ya que multiplica por tres con respecto a la población mayor de 60 años, originando serias deficiencias en el crecimiento de las personas y mostrando un panorama por demás oscuro de cara al futuro para nuestro país.
Esta democracia en la que vivimos, es una democracia teórica y no práctica.
La misma propone igualdad de oportunidades, educación gratuita y libre acceso social a las profesiones, pero la libertad que de verdad poseemos es mucho más libertad para los que tienen medios que para los que no los tienen.
Lamentablemente los pobres, los que nacieron humildes y condenados al fracaso, no tienen acceso a un sin número de oportunidades, por lo tanto es mentira que la mayoría sean ineptos, sólo que no tuvieron igualdad de oportunidades.
Es claro que el avance del hambre en nuestro país, pasó del 4,7% en el año 2008, al 7,2% en el 2009.
Como en otros ámbitos de la realidad, como pueden ser los de la inflación, la pobreza, el Estado quiere mostrarle a la sociedad su particular realidad, por más que esta realidad no se condice con lo que realmente suele ver la sociedad a diario.
El hambre es una enfermedad que solo se soluciona si desde el Estado implementan medidas rápidas y efectivas para paliar un flagelo que con el correr de los años ha crecido a un ritmo acelerado.
Si obsérvanos lo que publicó el diario La Nación, donde muestra una encuesta realizada en el mes de mayo por la Red Argentina de Bancos de Alimentos entre 210 organizaciones beneficiarias (comedores de día, hogares, comedores escolares, entre otras), reveló que el 81 por ciento ha observado un incremento en la demanda de alimentos en los últimos seis meses, aunque sólo un 56 por ciento señala haber podido ofrecer una respuesta satisfactoria.
Otros datos indican que el 98 por ciento de las organizaciones percibió un incremento en el precio de los alimentos, y el 63 por ciento afirma haber sufrido una disminución en sus recursos en el mismo período.
La situación en los barrios es completamente distinta, donde se ve que los números que se obstina en mostrar el Estado no están acordes a la realidad social que vive el país.
Para empezar a crecer y tener confianza en un salida rápida de la crisis que se vive en la actualidad, es necesario que se empiece por reconocer que hay un problema y que hay que darle una pronta solución, sino el futuro será más que complicado para los más de 40 millones de argentinos que esperan vivir en un país lleno de paz, justicia e igualdad para todos.
Sólo con una fuerte política de Estado que tienda al mejoramiento gradual y sustancial de la situación social, que lleve a un mejoramiento de las condiciones de vida de las personas, que procure atender las causas y no que atienda los hechos consumados, entonces podremos decir que la Argentina podrá volver a recuperar la excelencia que supo tener en una época, y evitar que se siga cayendo en el desgaste y deterioro de las últimas décadas.
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