jueves, 11 de febrero de 2010

Niñez en desamparo, hombres sin mañana "LA INDIFERENCIA"

Lo que más daño hace al amor no es el odio, del que siempre nos han dicho que es su antagónico, es la indeferencia:

La indiferencia
de los que creen que no se puede hacer nada para construir un mundo mejor, mas igualitario, basado en la justicia social y fundamentado en el concepto de humanidad globalizada: todos iguales, pero diferentes.
La indiferencia
de los que piensan que es imposible cambiar este mundo de poder y desigualdad y porque “carecen de medios” para hacerlo.
La indiferencia
de los que sienten que no va con ellos el hambre y la muerte cada cuatro segundos, de un niño/a menor de cinco años en la tierra por falta de alimentos, de los inmigrantes que mueren queriendo alcanzar el “paraiso”, de los desplazados por los conflictos bélicos…
La indiferencia
de los que piensan que son los demás, los gobiernos, los estados, o las organizaciones internacionales, las que tienen que cambiar las cosas.
La indiferencia
de los que se dan la vuelta cuando hay una manifestación reivindicando más democracia, más solidaridad, la mejora de las condiciones medioambientales, mas sostenibilidad en el planeta, el cambio del sistema económico por uno más solidario…
La indiferencia
de los que se ponen corazas y gafas para no sentir ni ver lo que acontece a su alrededor y así no enamorarse de la puesta de sol, no alegrarse de las estaciones del año, no sentir la necesidad de dar las gracias por respirar cada mañana, no descubrir la mano alargada de los que piden pan al doblar cada manzana.
La indiferencia
de los que no buscan sonreír, de los que no pueden ni quieren abrazar o ser abrazados, de los que no saben perdonar o perdonarse.
La indiferencia
de los que no ponen medios para crecer, para descubrirse, para sentirse, para saber quienes son de verdad y el papel que, él, ella o los demás, juegan en este mundo.
La indiferencia
de no reconocer el dolor, el sufrimiento, la enfermedad... como parte de nuestro aprendizaje humano y que se puede superar porque son el producto de nuestra proyección egoísta, insolidaria y desestructurada de la vida que tenemos o vivimos.
La indiferencia
de los que no buscan, no se molestan en compartir, no se preocupan de la tierra, no se interesan por la política, les da igual las competencias, se callan ante las injusticias o se insesibilizan ante las guerras o la economía basada en el consumo, las industrias de la muerte o la explotación abusiva de los recursos de la tierra.
DEJAR DE SER INDIFERENTES, ES RECUPERAR EL PROTAGONISMO DE NUESTRA VIDA, RECONOCER EL ROSTRO DEL AMOR Y SER COMO UNA PIEDRA LANZADA A UN ESTANQUE CUYAS ONDAS LLEGAN A TODAS SUS ORILLAS.

Lange Aguiar

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